La Torre de Babel (en hebreo: מגדל בבל Migdal Babel; y en griego antiguo Πύργος τῆς Βαβέλ, Pirgos tēs Babel) era una significativa edificación mencionada en el judeocristiano, que fue construida por los hombres en tiempos inmemoriales y que fehacientemente se lo puede identificar con el histórico zigurat Etemenanki de la antigua ciudad de Babilonia.[cita requerida]Este edificio, en cuya cúspide estaba la Esagila -templo dedicado a Marduk-, originalmente tenía siete pisos de altura y más de 91 metros, pero pocos de sus restos permanecen en la actualidad.
La Torre de Babel no solo es una edificación clave en la tradición judeocristiana y mencionada en el antiguo Testamento, sino también pertenece al ideario un
iversal y su historia ha trascendido generaciones. Pero la leyenda de la torre reposa sobre una realidad, pues existía en efecto en Babilonia una construcción de varios pisos y de origen desconocido, que era ya restaurada en tiempos de Nabopolasar (625-605 AC), fundador de la dinastía caldea.
Inclusive, esta construcción se llamaba Etemenanki, que puede ser interpretado como «la mansión de lo alto entre el cielo y la tierra», concordando con las principales interpretaciones del capítulo 11 del Génesis que afirman sobre la construcción de la torre, que los hombres pretendían alcanzar el Cielo. Una inscripción que data del tiempo de Nabopolasar señala: "Marduk (el gran dios de Babilonia) me ha ordenado colocar sólidamente las bases de la Etemenanki hasta alcanzar el mundo subterráneo y hacer de este modo que su cúspide llegue hasta el cielo". En otra inscripción, de los tiempos de Nabucodonosor, se precisa que la decoración de la cúspide estaba hecha de "ladrillos de esmalte azul brillante, es decir, adornada del color del cielo, perfectamente adaptado para dar la impresión de que el edificio se perdía en el azul infinito.
El Origen de las Lenguas.La historia de la torre de Babel atañe a uno de los temas más universales del relato mítico fundacional. Las religiones y los mitos étnicos suelen darnos explicaciones acerca de los orígenes y el desarrollo del lenguaje oral. La mayoría de las mitologías no creen que el hombre sea el inventor de la lengua, pero si se cree en un lenguaje divino que antecede a las lenguas humanas. El Lenguaje místico usado para comunicarse con los animales o espíritus, como el lenguaje de los pájaros, también se hacen comunes en los relatos y fueron de especial interés durante el Renacimiento.
En el relato de la torre de Babel, del libro de Génesis en el Antiguo Testamento, Dios "castiga" a la humanidad por su arrogancia y confrontatividad exponiendo al hombre a la confusión de lenguas. Pero este castigo es al mismo tiempo un don que no solamente limita y restringe sino que también define y proyecta al hombre en sus posibilidades. Un castigo, que como el castigo de Adán y Eva, abren las posibilidades a nuevas opciones. La confusión implica la posibilidad de volver a aprender y el hombre debe ir en ese camino hasta encontrar la claridad que le haga superar el odio y la confrontación. Solo así podrá superar la confusión y aprender un nuevo idioma que lo identifique con el prójimo.
Podemos ver que historias parecidas se repiten como en el cuento de la tradición sumeria llamado Enmerkar y el señor de Aratta
que ya se ha explicado en el punto anterior. Un grupo de personas de la isla de Hao, en la Polinesia también cuentan una historia muy similar a la historia de la torre de Babel; "que había un dios que en un momento de ira persiguió a los constructores de la ciudad, destruyó un edificio y cambió el lenguaje del pueblo, por lo que todos hablaban diferentes idiomas".
En Mesoamérica existe el relato acerca de un hombre llamado Coxcox y una mujer llamada Xochiquetzal, que luego de naufragar juntos arriba de un trozo de corteza de árbol, llegaron a tierra firme y engendraron muchos hijos. Sin embargo, esos hijos no podían hablar hasta que en un día llegó una paloma que les otorgó el don del habla, pero en diferentes idiomas y de igual forma no se podían entender. En "Los Ticuna del Alto Amazonas" dicen que todos los pueblos fueron una vez una sola y gran tribu, hablando todos el mismo idioma hasta que en una ocasión, ellos se comieron dos huevos de colibrí, no se explica por qué, y que posteriormente, la tribu se dividió en muchos grupos y se dispersó por todas partes, porque nadie entendía lo que se decían.
Otra historia, atribuida por el nativo historiador Fernando de Alva Cortés Ixtlilxóchitl (c. 1565-1648) de los antiguos toltecas, afirma que los hombres después de un gran diluvio se multiplicaron y entonces se erigió una gran torre o Zacuali, para protegerse en el caso de un segundo diluvio. Sin embargo, las lenguas se confundieron y el trabajo se detuvo.
En la antigua Grecia había un mito cuyo relato decía que durante siglos los hombres habían vivido sin ley bajo el imperio de Zeus y que todos podían hablar un mismo idioma dotado por el dios y la diosa de la ingenuidad, Philarios y Philarion. Sin embargo en una ocasión, el dios Hermes llevó la diversidad en el habla y con ella la separación en las naciones y trayendo consigo la discordia. Zeus entonces renunció a su cargo y cedió su trono al primer rey humano Foroneo.
En Wa-Sania, un pueblo bantú de África Oriental tiene una historia acerca del principio de los pueblos de la tierra. Se cuenta que existía un solo idioma, pero durante una severa hambruna, la locura hirió al pueblo, haciendo que la gente vagasen hacia todas las direcciones, farfullando palabras extrañas y dando forma a los diferentes idiomas.
Finalmente en el Nuevo Testamento de la Biblia, se termina redondeando la historia de la dispersión de las lenguas hecha en el Génesis con el relato de la torre de Babel. En el libro de Hechos de los Apóstoles (2,1-41) se hace mención al descenso del Espíritu Santo y la restauración del hombre. Esta restauración se manifestó en el Pentecostés con el milagro del "hablar en lenguas". Si en el principio el hombre terminó confundido, ahora esa confusión se supera en el entendimiento mutuo que hay en las personas que se encuentran con el Señor. El milagro del "hablar en lenguas" del Pentecostés refleja que el amor de Dios es el nuevo idioma que permite a los hombres entenderse mutuamente. El hombre ya no debe buscar la confrontación contra Dios o contra su prójimo, porque Dios es amor y al contrario, al identificarse con Él, es posible que todos nos podamos encontrar y nos podamos entender.